Entrevista a Ruth Shady
A contraluz. ‘‘Las arqueólogas éramos pocas’’
RUTH SHADY. se han abierto las candidaturas a Premios esteban campodónico, para profesionales e instituciones que trabajan por la sociedad peruana, y conversamos con la ganadora del 2006 por su aporte al proyecto caral.
Por Juan Álvarez Morales
–¿A qué edad se dio cuenta de que quería ser arqueóloga?
–A los nueve años. Mi padre lo motivó a través de lecturas. Él era checo, había llegado al Perú a los 20 años y le llamaba la atención toda la riqueza cultural y natural del país, pero se daba cuenta de que nosotros no la apreciábamos.
–¿Qué llamaba su atención?
–Una vez me llevó a Canta, fui a ver Cantamarca y los monumentos me impresionaron. Después, recuerdo que me tradujo el libro de Ernst Middendorf sobre Chavín de Huántar, y yo me sentaba, pequeña, a escuchar lo que él leía.
–Mientras otros niños...
–En el colegio, ellos se inscribían en deportes o ballet, yo en el club de Museo e iba con la profesora a visitar huacas de Lima. Igual en San Marcos, cuando estaba en estudios generales, iba de voluntaria a excavar en la huaca.
–Nunca dudó de su vocación.
–No. Yo lo tenía bien clarito.
–Elección singular, sin duda
–Éramos pocos. Y mujeres, éramos más escasas todavía.
–¿Por qué?
–La arqueología es una profesión que requiere dedicación, salir al campo. Recuerdo que en mis primeras salidas me llamaban la atención hasta los rebuznos.
–Usted era una mujer urbana.
–Sí, pero a partir de entonces viajé mucho. Por eso siempre digo a mis alumnos: una cosa es lo que dicen los libros, pero la geografía es diferente. Vayan al campo y conozcan la realidad del Perú.
–Eso podría suponer contar con dinero para viajes…
–Yo no tenía mucho dinero. Lo que hacíamos era anotarnos con profesores que tenían proyectos e íbamos de voluntarios. No cobrábamos. Nos daban de comer y pagaban los pasajes. Así conocí Chota, Cutervo, las cuencas del Utcubamba, del Huara... casi todo el Perú.
–¿Cómo se veía a los que estudiaban arqueología?
–Como a extraños, raros. No nos entendían bien. Pero el tiempo de entonces no es el de ahora.
–¿Cuánto ha cambiado?
–Muchísimo. En mi época había una vocación genuina. Arqueología estudiaban quienes se interesaban por investigar y querían conocer la historia prehispánica.
–¿Y ahora?
–Conforme las profesiones como Educación fueron perdiendo prestigio y rentabilidad, los estudiantes apostaron por otras profesiones. En Arqueología se ha producido un boom.
–¿A qué cree que se deba?
–A que hay obligatoriedad de hacer evaluaciones en sitios con patrimonio arqueológico. Hay mucho trabajo para el arqueólogo, pero eso también es un riesgo…
–Porque se debe ser bueno...
–Sí. Hay gente que no es idónea. Por eso escribí el artículo ‘La destrucción oficial del patrimonio’. Es que el INC ha estado desmonumentalizando. La Casa de Tello es un ejemplo, y no el único.
–La ley 29164, que se discute hoy, está en esa tendencia...
–Esa ley ha entregado en concesión sitios arqueológicos para que se hagan hoteles y restaurantes, por eso pedimos su derogatoria. Cusco se ha puesto muy fuerte.
–¿La arqueología complicó su vida familiar?
–Bueno, yo formé mi familia y me divorcié por la falta de comprensión, pero estoy orgullosa de haber criado sola a mis dos hijos.
–¿Alguno es arqueólogo?
–No, quizás porque la mamá se dedicó demasiado a la arqueología, pero sé que cada uno forja su camino. Los dos son economistas.
Dra. Shady, ¿vale la pena estudiar arqueología?
–Si gente de Harvard quiere venir a tener sus prácticas en Caral, debe ser porque en el Perú estamos haciendo un trabajo interesante.
ENTREVISTA REALIZADA POR EL DIARIO LA REPUBLICA
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